domingo, 17 de agosto de 2014

¿POR QUÉ NOS ENFADAMOS?



El enfado es algo habitual en estos días. Nos enfadamos por casi todo, en el trabajo, en casa, en la calle mientras conducimos, en la cola del supermercado o en la mismísima consulta del médico. Y seguramente, si nos preguntan todos diríamos que a nadie le gusta estar enfadado porque después del enfado sigue una sensación de agotamiento y sensación de tristeza. Entonces sí el enfado es tan nocivo para nosotros, ¿por qué recurrimos a él como respuesta a lo que nos desagrada? Pensamos, tal vez que, ¿el enfado nos brindará una especie de sensación liberadora de tensiones? Nada más erróneo, porque seguido de sensaciones de tristeza y agotamiento físico, nos queda el remordimiento y, a su vez, no logramos superar nada, ya que volvemos a caer siempre en la misma respuesta frente al problema, otra vez, enfadarnos. ¿Qué hemos aprendido?, ¿qué hemos solucionado?, ¿hacemos que con el enfado desaparezca el problema?
Evidentemente, nada de esto sucede y seguimos en un camino de negatividad emocional como respuesta a las situaciones que nos son desagradables.
Si observamos la razón de por qué nos enfadamos y somos conscientes del desencadenante del mismo, ¿podría esto mitigar nuestra respuesta hacia lo que nos desagrada y enfurece?
Si nos convertimos en observadores de nuestros propios miedos y del por qué nos molestan ciertas cosas, a la menor presencia de estas, podríamos contener el enfado que va creciendo en nosotros y mitigarlo hasta quedarnos con una pregunta hacia nosotros mismos ¿vale la pena enfadarme por esto? En la cola del supermercado, ¿me atenderán antes si demuestro que estoy enfadado?
Por  el contrario cuanto más prisa tenemos más lento parece transcurrir todo, y es porque el tiempo no es objetivo sino subjetivo. Hacemos que el tiempo parezca mucho o poco según nuestras conveniencias.
Es por eso que si mantenemos una postura de observadores objetivos y con una actitud positiva podremos llegar a detener los procesos de enfado en cuanto éstos aparezcan y llevar una vida más feliz.
En todo esto juega un papel esencial nuestro EGO, no separado de nuestro ser sino como entidad a la que se observa y se domina. Es a él a quien le molesta esperar, ser rechazado, ser gordo o delgado, ser atractivo o no, es él quien tiene prisa o quiere pasar el tiempo sin hacer nada porque así ha sido entrenado.
Sigamos en nuestra actitud de propios observadores, pasemos más tiempo mirándonos a nosotros mismos que a los demás. Hay más misterios que descubrir en nuestras profundidades que en el resto de los seres que nos rodean.

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