lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Vivimos de expectativas?

¿Vivimos de expectativas? Antes de que algo suceda nos dedicamos a pensar en ello, nos hacemos una pequeña película mental de cómo nos gustaría que sucedíera todo. Creamos un escenario acorde con nuestros gustos, en definitva, con aquello que apetece a nuestro ego. Adornamos la circunstancia a nuestro antojo y podemos experimentar una especie de euforia idílica porque lo que imaginamos es tal cual esperamos que suceda.
Realmente, el resultado es todo lo contrario, cuando estamos dentro de la situación esperada, sucede todo lo contrario y las cosas se dan practicamente a la inversa de como lo habíamos esperado.
¿Qué solución podría tener esto?
Vivir el momento sin esperar nada de él, vivir a pleno el día a día, el minuto a minuto, dejando de lado las elucubraciones mentales, podrían evitarnos el mal trago de aquello por lo que no quisieramos pasar.
Como si el vivir el momento fuera como el disfrute que experimenta el sediento frente a un sorbo de agua. Sorbiendo la vida al máximo, apreciando cada milímetro de agua que corre por su garganta, agradeciendo el tener esa agua que le permite saciar su sed, sintiéndose el ser más afortunado por tener algo con que calmar su sed.
Esa sensación podría equipararse a vivir el ahora. Y las expectativas no hacen más que obstaculizar todo este proceso maravilloso.

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